La fe es un tema muy abstracto y en estos tiempos se ha
vuelto casi un tabú. Sin embargo sigue
siendo una inclinación muy humana, es como un instinto pero de una índole muy
sublime. Escribir sobre mi fe me parece
difícil debido a que es un tema muy profundo, pero me sentí movida a hacerlo.
Mi fe no está llena de devociones ni de signos, pero sí
sabe reconocer caminos ejemplares para tomar consejos de ellos. También ha aprendido a disfrutar de las
manifestaciones que llegan a los sentidos y ayudan a elevarlos.
Mi fe está pasando de ser una costumbre heredada a ser
algo propio, algo real, algo que comprendo y creo, no algo que repito porque
los otros lo hacen. Mi fe es ahora una faceta de mi vida más sentida y, aunque
parezca contradictorio, más razonada; es la resultante de las respuestas a mis
cuestionamientos y, mientras las respuestas llegan poco a poco, surgen nuevas
preguntas.
Mi fe es algo que aún no puedo explicar pero que vivo y exhalo
todos los días, muchas veces sin darme cuenta.
Mi fe sigue siendo todavía un tema pendiente del cual, a lo mejor,
escribiré en otra ocasión.